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Terapia manual y manipulación de la fascia

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La Manipulación de la Fascia es una terapia manual que ha sido desarrollada por Luigi Stecco, fisioterapeuta del norte de Italia. Este método ha evolucionado en los últimos 30 años gracias al estudio y a la práctica clínica en el tratamiento de innumerables casos de problemas músculo-esqueléticos.

Esta terapia va dirigida a la fascia, en particular a la fascia profunda muscular, incluyendo el epimisio y los retináculos, y considera que el sistema miofascial es una continuidad tridimensional. En los últimos años, la Dra. Carla Stecco y el Dr. Antonio Stecco han llevado a cabo estudios de investigación sobre la anatomía y la histología de la fascia, diseccionando cadáveres no embalsamados en colaboración con los departamentos de Anatomía de la Universidad René Descartes de París, Francia, y de la Universidad de Padova, Italia. Estos trabajos han mejorado el modelo biomecánico elaborado por Luigi Stecco (1, 2), aportándole nuevos datos histológicos y anatómicos.

Esta técnica presenta un modelo biomecánico para comprender el papel de la fascia en los problemas músculo-esqueléticos. La clave de esta terapia manual reside en la identificación de un área específica y localizada de la fascia en relación con un determinado movimiento limitado. Cuando se identifica un movimiento doloroso o limitado, se puede asociar un punto en la fascia que está relacionado con este síntoma, y a través de una manipulación apropiada de esta zona concreta, se puede recuperar el movimiento.

De hecho, analizando la anatomía músculo-esquelética, Luigi Stecco se dio cuenta de que se podía dividir el cuerpo en 14 segmentos, y que cada uno de ellos está gestionado por seis unidades miofasciales (UMF) formadas por fibras musculares monoarticulares y biarticulares, su fascia profunda (incluyendo el epimisio) y la articulación que mueven en una dirección de un plano del espacio. Numerosas fibras musculares se originan en la propia  fascia (3, 4), y las inserciones miofasciales se extienden sucesivamente entre diferentes grupos musculares formando secuencias miofasciales. Así, varias unidades miofasciales unidireccionales y consecutivas, se continuan a través de expansiones miotendinosas y de fibras biarticulares (3) para formar las secuencias miofasciales.

Si bien parte de la fascia está anclada al hueso, otra parte es libre para deslizarse. Esta parte libre de la fascia permite a las tracciones musculares, o vectores miofasciales, converger en un punto bien preciso, llamado Centro de Coordinación vectorial (CC) (5). La localización de cada CC se ha calculado teniendo en cuenta la suma de las fuerzas vectoriales que actúan durante la ejecución de cada movimiento.

Los seis movimientos realizados en los tres planos del espacio pocas veces se producen aislados, sino que generalmente se combinan entre ellos formando trayectorias intermedias, similares a los patrones de FNP. Para sincronizar estos movimientos complejos se han identificado otros puntos específicos de la fascia (frecuentemente sobre los retináculos), llamados Centros de Fusión (CF).

La fascia está formada por fibras de colágeno y elastina, organizadas en varias capas, siguiendo direcciones distintas en cada una. Gracias a las fibras onduladas de colágeno la fascia puede estirarse, y retorna a su estado original de reposo por las fibras eslásticas. Como se adapta a las tracciones de los músculos, es incapaz de transmitir fuerza como hacen los tendones o las aponeurosis. Si no consideramos estas diferencias histológicas y funcionales, podemos confundir fascia con aponeurosis, e igualmente fascia profunda con tejido conectivo subcutáneo (fascia superficial). El tejido conectivo subcutáneo forma una membrana muy elástica y deslizante, esencial para la regulación térmica, los cambios metabólicos y la protección de vasos y nervios, mientras que la fascia profunda envuelve a los músculos y rodea a las aponeurosis musculares hasta que se insertan en el hueso.

Los mencionados estudios anatómicos han evidenciado diferencias entre la fascia profunda del tronco y la de las extremidades (6). La primera está formada por tres capas, cada una de las cuáles envuelve distintos grupos musculares: la capa superficial (dorsal ancho, glúteo mayor, oblicuos externos), la capa media (serratos posteriores, iliocostales) y la capa profunda (interespinales, intertransversos, multífidos, transverso del abdomen). En las extremidades la fascia profunda es particularmente gruesa, similar a una aponeurosis, y está más organizada, conectando sinérgicamente los músculos a través de las fibras de colágeno organizando secuencias y formaciones espirales.

Se plantea la hipótesis de que la fascia, ricamente inervada (7), podría mantener una tensión de reposo debida a las distintas fibras musculares que se insertan en ella. A causa de esta tensión basal óptima de la fascia, las terminaciones libres y los receptores presentes en este tejido están preparados para percibir cada variación de la tensión, y por tanto cada movimiento del cuerpo en cuanto ocurre.

La fascia profunda es por tanto una estructura ideal para percibir, y por tanto asistir en la organización de los movimientos. De hecho, un vector o un impulso aferente no tiene más importancia para el sistema nervioso central que cualquier otro vector, a menos que estos vectores estén planeados y aporten un significado espacial. En los humanos, la complejidad de las actividades físicas está determinada en parte por la sincronización entre las extremidades y los diversos gestos. Siempre que se mueve una parte del cuerpo en una dirección del espacio se produce un reajuste de la tensión miofascial local. Las aferencias incrustadas en esa fascia son estimuladas, aportando información direccional muy precisa. Cualquier dificultad en el deslizamiento de la fascia puede alterar la información aferente, provocando movimientos incoordinados.

Por este motivo se plantea la hipótesis de que la fascia está implicada en la propiocepción y en el control motor periférico, en estricta colaboración con el SNC.